Que la especie humana sea gregaria es una auténtica jodienda. Nos hubiera salido más a cuenta ser gregorios que gregarios, pero ahí está la vocal de mierda. Y es que menudo atraso lo de vivir en rebaños, familias, tribus: como quieran llamarlo. La vida social constituye una fuente inagotable de porquería que nos tenemos que comer por cojones: por cojones ajenos.
Yo siempre he defendido el individualismo. Desde adolescente iba por ahí, por las esquinas, proclamando que la base social no es la familia, sino el individuo, y me molestan mucho los discursos de los dirigentes políticos y religiosos que dan por supuesto que todos pertenecemos o tenemos una familia, y a los que no la tienen que los ondulen.
Estoy harto de sufrir por solidaridad. Porque si nos paramos a pensar, el único cometido de la familia moderna parece ser salpicarte con sus miserias hasta dejarte como un gorrino que se revuelca en las miasmas.
Vamos a analizar este caso: El Sr. Ingle no tiene hijos, pero sí varios hermanos con hijos. El Sr. Ingle procura vivir aparte, desentenderse de las intentonas de grandes banquetes familiares y otras reuniones absurdas por cansinas e inútiles. Sin embargo se puede dar a menudo que la hermana A del Sr. Ingle le llame por teléfono, y en lugar de contarle la inmensa alegría de haber estrenado un coche nuevo, lo que le dice es que fue un día de llanto y crujir de dientes. Porque el hermano B está de veraneo en su casa, y parece que el hijo de la hermana A tuvo un altercado con la hija del hermano B, y que ahí lloró todo el mundo.
Resultado: el Sr. Ingle recibe también, por contagio y solidaridad, aunque no haya estado presente, su buena dosis de sufrimiento. Y eso a pesar de sus precauciones: tener el menor contacto posible con tanto hermano como tiene, ni siquiera llamar por teléfono, porque sería el acabóse. En las familias numerosas uno no puede estar llamando a todo el mundo. Porque entonces no habría tiempo para Internet ni para ver la tele ni para rascarse las bolas.
La vida en rebaño es una lacra. Bastante carga supone afrontar la emotividad individual para encima verse obligado a arrimar el hombro a los funerales de otros. Uno, desde que nace, debe asumir el engorroso final de la vida: un cuerpo desvalido, propenso a las enfermedades, al dolor, a la soledad. Eso es la vejez, y la vivimos anticipadamente desde muchos años antes. Debería sernos suficiente esa anticipación de nuestra propia vejez, pero no: el hecho de ser hijos nos convierte en sufridores tributarios de la senectud de nuestros padres (incluso suegros, los que los tengan). Y lo que tendría que ser la etapa más tranquila y sedosa de nuestra existencia, la edad madura, entre los treinta y los cincuenta años, se convierte en el tormentoso desvalimiento de nuestros padres, que ellos nos endosan como justo pago por habernos regalado la vida: perdón, quise decir “por habernos vendido la vida”.
De modo que por más que analizo la cuestión, el remedio ideal sería que los humanos, lejos de ser gregarios, fuésemos cabrones individualistas. Deberíamos nacer sin familia, y vivir cada uno para sus problemas y con indiferencia de los ajenos. El modelo podrían ser las setas: que surgen sin previo aviso de la podredumbre de una hojarasca olvidada en un bosque hediondo. No hay padres a su lado, desde el inicio son autónomas e independientes, chupan del suelo lo que haya que chupar, y tras unos días de gloria se tuercen y arrugan con un rictus de placidez parecido al orgasmo.
Alguien podría alegar que la vida para uno mismo sería soporífera, pero en verdad en verdad les digo que quien piense así es que no se ha comprado un móvil de última generación con doscientas o trescientas pantallas de menús y otras tantas opciones configurables. Yo acabo de adquirir uno y me pasé dos días de feliz entretenimiento con el artilugio. Fui completamente feliz hasta que me llamó mi hermana y me contó que estaba jodida, a pesar de estrenar coche nuevo, porque su hijo le armó la bronca a la hija de mi hermano porque no le quería regalar una consola de juegos vieja que él no usa, y que al final terminaron todos llorando.
Qué mierda.