En el Diario 20 Minutos de hoy se comentan posibles acciones del Ministerio de Sanidad contra Sánchez Dragó por recomendar el consumo de melatonina, sustancia clasificada como medicamento y cuyo uso sólo pueden prescribir los facultativos. Sánchez Dragó declara que la toma desde hace años y que para él constituye un elixir de eterna juventud.
Me parece mal que se persiga a Sánchez por este motivo. Si realmente es una droga que pueda acabar matándolo, es lo mejor que podría ocurrirle a la humanidad. Dragó afirma que es inocua, pero está claro que, como mínimo, produce confusión mental: si no, ¿a qué viene eso de afirmar que es el elixir de su eterna juventud? ¡Pero por dios! ¿Se habrá visto la cara en algún espejo? ¡Si tiene más arrugas que la entrepierna de un taxista!
Ciertamente es un hombre de una cierta edad. Pero aún cuando era joven ya tenía la misma cara de papa arrugada. Es el eterno viejo. De modo que si su secreto es que consume melatonina a espuertas, lo que esto demuestra es que la tal sustancia no rejuvenece, sino que directamente le lleva a uno a la Residencia Geriátrica a la velocidad de un Ave Madrid-Barcelona o viceversa.
Sánchez Dragó, sin embargo, está convencido: la ingesta de esta droga le permite desarrollar una actividad frenética, que se traduce en tres libros en diez meses, programas de televisión, conferencias, columnas en periódicos, entrevistas, viajes cañeros, juergas (que yo creo que se refiere a irse de putas), etc. Si estos efectos fueran atribuibles a la melatonina, habría que sancionarlo o meterlo en un centro de desintoxicación: porque los pobres españoles no nos merecemos tres libros de Sánchez Dragó en diez meses. Es demasiado castigo para nuestros pecados.
Confieso que sólo me he leído un libro de este señor: "La prueba del laberinto". Creo que fue Premio Planeta, si no recuerdo mal. Pero qué asco de novela, oiga. Una mierda de pájaro es más literatura que lo que escribe este individuo, que infringe brutalmente lo más sagrado de la escritura creativa. El libro no es más que una recopilación de refranes, aforismos y frases hechas: lo cortés no quita lo valiente, los que las dan las toman y a otra cosa mariposa. Así es como habla el narrador de "La prueba del laberinto". En cualquier taller de escritura le hubieran dicho a este espantajo arrugado que usar frases hechas, manidas y sobadas, es un pecado de órdago, y que el arte de crear escribiendo consiste en eso: en el hallazgo de lo insólito y lo inesperado. Por lo demás, la acción de la novela se resume en una sucesión de majaderías incomprensibles sólo pausadas para que el escritor-narrador consuma su ración de hachís (la melatonina se entiende implícita). Pretenciosamente llama a su hija ficticia Samarcanda, cuando es posible que su hija real se llame Merche o Almudena, como cualquier madrileña (no voy a investigar si tiene hijas, que no me interesa).
Si escribiendo libros es un caga-tulipanes, deberían proscribirlo en las televisiones, ya que, por muy bonitos atriles que use para apoyar su guión, resulta intolerable para el telespectador tener delante el rostro arrugado de este drogata durante una hora con sus minutos. No es un secreto que a los niños les espantan los viejos. Si sacamos a Sánchez de la caja tonta protegeremos nuestros infantes, en particular, a la Infanta Leonor de Borbón, a la que debemos resguardar de experiencias desagradables para que en un futuro nos represente con dignidad y no se dedique a enseñar las bragas a la prensa y atropellar peatones, como hace Britney Spears.
Además de promocionar la melatonina, Sánchez Dragó es también un notable mentor del sexo tántrico: otra de las recetas que, según él, le permiten sostener su frenética actividad mediática. La doctrina tántrica arguye que la eyaculación del hombre le supone un esfuerzo ciclópeo y le repercute un agotamiento extremo. Literalmente: el hombre se queda "mamado". Por eso recomienda que de cada diez veces que se haga el amor, se eyacule sólo una. En el resto de los episodios el macho debería contenerse y volver al relax sin consumar.
Parece una barbaridad. De todas formas lo del agotamiento no puede haber quién lo niegue. Si uno no se duerme, las cuatro o cinco horas siguientes a la explosión blanca son muy grises, de ánimo y de fuerzas físicas. El macho se vuelve pesimista y la sensación corporal es como si hubiese donado medio litro de sangre. Así de inválido es el post coitum.
Sin embargo, peor que el agotamiento es eso de "reservarse" y guardar "el asunto" para otro día que pinte mejor. Creo que va contra la naturaleza. En el fondo, el hombre es como cualquier animal de ubre (vaca o cabra), que si no se ordeña a diario se pone inquieto y de mal carácter.
A mí me cuesta creer que Sánchez Dragó practique el sexo tántrico, como también me cuesta creer que practique cualquier otra variante del sexo (incluida la ordinaria). No sé qué clase de persona (hombre o mujer) podría tener tanto estómago como para consentir, aún a cambio de dinero, tener de frente la cara arrugada de este yonqui de la melatonina (si tiene así la cara, no quiero imaginarme su escroto).
En fin. No puedo escribir más: He de reconocer que esta tarde me siento bastante débil…
PS: Por si alguien está más dotado que yo para la caridad, Sánchez Dragó regenta su propio blog. Él agradecerá sus jugosos comentarios. En su página hay links para comprar melatonina: por si usted gusta de ser eternamente joven.