Los hombres siempre estaremos a años luz de las mujeres. Ayer prentendí comportarme como una damisela frívola y regalarme una tarde de compras compulsivas. La lista de objetos supérfluos que pretendía echar a la cesta se componía de: unas gafas, un reloj de esfera naranja, y un teléfono móvil. Ninguna de estas cosas me era realmente necesaria, pero es que estaba más aburrido que un pepino y había que aplacar la ansiedad de alguna manera.
Tengo unas gafas de D & G de tres años, y me gustan pero tienen la pintura descascarillada. No le doy importancia a ese defecto, pero si uno planea tener una cita es necesario cuidar los detalles: ellas son tan demonios que te pueden poner en la lista negra por tonterías como tener las suelas de los zapatos gastadas, pelos grandes en la nariz, caspa en el cuello, roña en las uñas, etc. Supongo que las gafas roídas también serían imperdonables. El caso es que no encontré un modelo alternativo de gafas, y ahora sólo me queda preguntar si me pueden repintar las que tengo. O sea: que nada de gafas nuevas. Primera frustración.
Respecto al reloj de esfera naranja, recorrí los principales establecimientos para concluir que una cosa piensa el burro y otra quien lo albarda, y que ningún diseñador se ha ocupado lo suficiente de hacer realidad mi sueño de una esfera naranja. Hay relojes con correa naranja, uno de Calvin Klein sin ir más lejos. Pero mi capricho es de esfera, no de correa. No encontré otro reloj que me convenciera, y para eso me quedo con mi actual Armand Basi, de esfera cuadrada y blanca. A decir verdad sí me convenció un reloj de esfera negra, pero era casi idéntico al que tengo. Esto prueba que mi gusto está bien definido, o sea, que tengo personalidad. Pero nuevamente mi deseo de comprar quedó frustrado.
El tercer objetivo era un teléfono móvil Vodafone Mercedes Maclaren. Yo no uso apenas el móvil. En lo que va de año creo que no he realizado ninguna llamada ni enviado ningún SMS. Y llamadas recibidas tengo sólo las de Nerea López, para notificarme el día que me traerían la cama o el colchón viscoelástico… Para tan poco uso, bien está mi actual aparato, un vulgar Sagem (soy enemigo acérrimo de los Nokia people, por cierto). Pero la publicidad de Vodafone me entusiasmó:
Yo no me atrevería a ir a 300 kilómetros por hora.
Mi corazón no aguantaría 210 pulsaciones por minuto.
No podría estar a miles de kilómetros de mi familia.
No sería capaz de jugarme la vida cada día.
Yo no tengo una forma física sobrehumana.
Yo no puedo ser Fernando Alonso,
pero sí puedo hablar como él.
El teléfono Sharp edición Mercedes Maclaren para Vodafone es una preciosidad de diseño. Lo vi en las fotos y me entusiasmó. Por 200 Euros no iba a privarme del capricho. Yo también quería hablar como Fernando Alonso. En realidad Vodafone está un poco confusa con el deseo real de los españoles. En realidad lo que queremos no es hablar como Fernando Alonso, sino dormir la siesta con Raquel del Rosario, como hace Fernando Alonso las tardes que no tiene entrenamiento. No sé si habla mucho con la chica, ni si ella le canta al oído o qué es lo que le hace para tenerlo de tal modo encoñado.
Raquel del Rosario no tiene un cuerpo de escándalo. En esta foto la vemos sexy y bonita, pero es una foto artística. La cantante canaria carece de cintura: es una mujer sin curva alguna desde el sobaco a la cadera, y la caja torácica le hace un bulto feo en el pecho. Tiene una carita morena que puede gustar, pero es solo por la edad. Dentro de diez años será una mujer bruta y del montón. A pesar de todo, Fernando Alonso se encaprichó de ella, y ahí están, durmiendo la siesta juntos.
No sé si esto ha beneficiado a Raquel. Antes del affaire sentimental con el piloto, El Sueño de Morfeo era un grupo con proyección, que podía heredar el éxito de La Oreja de Van Gogh. Pero ahora Raquel del Rosario ya no es conocida por su carrera como cantante, sino por ser la que se cepilla a nuestro Fernandino. Ella dice que si fuera para toda la vida sería la persona más feliz, pero Alonso ya ha demostrado que le gusta cambiar de escudería…
Para concluir: que miré el teléfono en la tienda, y era demasiado grueso. Uno no puede meterse un aparato tan abultado en el bolsillo, no se puede fanfarronear de ese modo. Y abandoné mi deseo. Ya no quiero hablar como Fernando Alonso, he pensado comprarme un Samsung U600 de color blanco iPod.
Mi tarde de compras compulsivas acabó en la nada. Hice el ridículo. Me acaloré, me puse nervioso, me dio acidez. Bueno, en realidad sí compré algo: unos sobres de Almax Forte. Pero el asunto de las compras está muy jodido. Gastar dinero es un coñazo. La felicidad es ser mil eurista y tener una hipoteca a 30 años. Así uno no tiene que preocuparse por las compras frívolas. Pero a mí esa suerte ya no me toca. ¡Qué desgracia!