Una cosa que poca gente conoce de mí es que de joven fui autista. Apenas hablaba y mostraba escaso interés por relacionarme con otras personas. Un hombre del pueblo se refería a mí como “el mudo”. Autista, sí. Como buen adolescente en la década de los 80, yo estaba loco por Luis Eduardo Aute: autista por vocación y afición. El síndrome “cantautor” aún coleteaba.
La biografía musical de Luis Eduardo es muy peculiar. Durante muchos años se dedicó a componer para otros, porque se avergonzaba de sus escasas cualidades vocales. Mientras Massiel recogía los frutos del talento ajeno entonando el Aleluya, él se torturaba interiormente con pensamientos del tipo “por qué esta voz, Señor, y no como la de Silvio Rodríguez”.
Pero cuando se decidió a grabar sus propios temas, se sorprendió al comprobar que a la gente le daba igual esa voz tan discapacitada. Las canciones contaban historias humanas, y los acordes melancólicos realzaban el efecto. Muchos jóvenes borrachos de aquella época remataban sus trancas canturreando “al alba, al alba”. Su éxito fue monumental. Las parejas alimentaban y acrecían su amor con los libretos de Aute (¿no eras tú aquella insolencia de latidos que encendía mis deseos más prohibidos?).
En mi caso, la canción que me marcó fue “No te desnudes todavía”. En los años 70 la única Televisión Española tenía un programa de teatro, Estudio Uno, o algo así. En una de las obras, un hombre maduro, solitario y sediento de sexo, se veía perturbado por la aparición de una adolescente alocada (una jovencísima Enma Suárez) que se comporta de una manera desvergonzada y provocadora (más o menos como afirma el Obispo de Tenerife que es la costumbre en algunos menores…). En un momento dado, ella se mete en la ducha, se desnuda, y a través de la mampara, el hombre maduro y sediento observa atónito, y se relame, y el espectador asimismo observa y se relame a través de la pantalla de televisión a la borrosa Enma Suárez acariciándose el cuerpo espumoso. De fondo, suena el famoso himno erótico de Luis Eduardo:
Cuando el deseo estalle
como rompe una flor
te quitaré el vestido,
te cubriré de amor
y en la espera te pediría:
No te desnudes todavía, no te desnudes todavía, no te desnudes todavía: ¡NO!
¡Y qué razón tenía el Sr. Aute! ¡Qué gran maestro de educación sentimental! Detesto a las mujeres que no bien han cruzado el umbral de la puerta ya se han despojado de las prendas mayores. ¡Y qué soberana decepción cuando bajo el vestido ni siquiera llevan bragas! Llámenme autista, llámenme antiguo, pero esa manía de desnudarse sin esperar a que el deseo estalle como rompe una flor, no me gusta nada pero nada.
Lo peor de Aute es que se nos puso viejuno de un día para otro y ahora está que espanta. Esta noche me lo encontré en El País Digital. El cabrón se parece todo a Luis Aragonés. Si se cuidara un poco. Pero no. No le basta torturarnos con sus arrugas naturales: es que no se esfuerza en afeitarse un poquito, o en cortarse el pelo, teñírselo. Uno espera algo más de un artista. Al natural al natural no se puede ir así, hombre, que espanta.
Decidí dedicarle este post para agradecerle la educación sentimental que me ha dado, pero también para pedirle un poquito de por favor, que lo que dice en la entrevista lo deja a la altura de los que padecen el síndrome X frágil: o sea, medio tonto del nabo. Afirma el cantautor, sin sonrojarse, que no usa ordenador, porque hace diez años lo intentó, estaba escribiendo un guión de película pero se le borró por accidente y entonces decidió que nunca más. Que si tiene que buscar algo se lo pide a las personas que le rodean, pero que a él, el ordenador, LE ASUSTA, dice que teme apretar una tecla equivocada y… Y lo mismo le pasa con el móvil, que tuvo tres pero que los perdió y que ahora prefiere que le llamen a los móviles de las personas que siempre le rodean, pero que LE ASUSTAN, porque siempre que suenan piensa que le van a dar una mala noticia.
Muy asustadizo le veo al viejo cantautor. Igual lo de ir tan peludo es porque LE ASUSTAN las tijeras (“siempre pienso que me van a corta una oreja”), y lo de ir tan barbudo es porque LE ASUSTAN las maquinillas de afeitar (“siempre pienso que me van a cortar un ojo, como a la vaca de la película de Buñuel”).
Lo dicho: síndrome X frágil.
Y por favor, que alguien le informe a Luis Eduardo que es más fácil encontrar rosas en el mar que perder un archivo en el ordenador: siempre, claro está, que se cumpla el protocolo de las copias de seguridad (tontín).