Los hombres nos lo tenemos muy creído por haber sido capaces de trascender de los monos cuadrúpedos y convertirnos en “homo erectus”. Y no vamos a negar que la erección nos ha beneficiado. De algún modo, nuestras manos quedaron libres para expresarse, y la imaginación también se puso a maquinar…
Pero bien mirado, no debe de ser tan bueno lo de andar siempre erecto, ya que son millones de criaturas sobre la tierra y sólo al hombre se le ha ocurrido apartarse de la norma. Deberíamos aprender de la madre naturaleza. Siempre he creído que practicar deportes es erróneo, porque ningún animal, excepto el hombre, se pone a correr gratuitamente o a ejercitarse los músculos bajo la sombra de una acacia. Si un animal corre o se estira es para conseguir su alimento.
Todas las enfermedades del hombre de nuestros días tienen su causa en este desafío a la naturaleza. Queremos ser originales a toda costa y nos apartamos del comportamiento natural de las especies. Y acabamos como acabamos.
¿Ha cumplido usted 40 años? Pues entonces le felicito solidariamente por su recién descubierta hernia de disco, extrusión, protrusión o lo que le haya tocado: bienvenido al club. Nos hemos inventado un modelo de vida laboral y social que parece perseguir un único y obsesivo propósito: plantar el culo en todas partes. Viajamos sentados, trabajamos sentados, comemos sentados, vemos la televisión y el cine sentados, tomamos las copas sentados. No existe prácticamente ninguna actividad (excepto dormir) que no se haya planificado pensando en las sillas. Justo lo contrario de lo que hacen nuestros sabios hermanos: el resto de las criaturas de la naturaleza. Y claro. Nuestra columna no está diseñada para esta postura tan forzada, tan contra natura. Lo natural es estar echado, o a cuatro patas. Fíjense en una vaca: la vemos plantada sobre sus cuatro patas en la pradera, pastando, y luego echada en el suelo, muy cómoda, rumiando las verdes yerbas. ¿Podemos imaginar una vaca sentada en una silla? ¿Verdad que da grima imaginar todo ese corpachón tirando de la delicada columna vertebral? Pues es lo que nos pasa a nosotros: abusamos de la silla y a los 40 años todos acabamos con nuestra particular hernia de disco. Los días felices han acabado.
Los griegos no iban mal encaminados: cuando oficiaban sus bacanales o sus reuniones se recostaban sobre un diván y ahí, cómodamente y con la columna en reposo, bebían vino, triscaban uvas o debatían sobre cómo alcanzar la felicidad o la mejor forma de gobernar un pueblo. Sin embargo, hoy en día a ninguna empresa se le ocurre preparar una sala con camas otomanas para que los ejecutivos celebren consejos de administración y discutan presupuestos. Deberían hacerlo. El 80 por 100 de las bajas laborales se deben a dolencias lumbares.
En definitiva:estamos abocados a la parálisis o a la incapacidad. Como no se ponga remedio acabaremos todos en sillas: pero sillas de ruedas. Debería propugnarse una reconversión postural con todas las consecuencias. Las iniciativas como la de Pilates son tibias y no resuelven nada. Pilates pretende que con ir por la vida apretando las nalgas y sacando hombros se conseguirá la salud de la espalda y se ganará en elegancia. Pero no, eso es poco: fíjense en un gato que en el mes de febrero sale a trastear por un tejado en busca de amada, con las cuatro patas bien plantadas en el suelo y con el rabo levantado: ¡eso sí que es elegancia!
¿Estaría tan feo que los hombres abandonáramos las sillas, los despachitos, las salas de reuniones, y nos echáramos a la calle, todos a cuatro patas y con el rabo levantado? No creo que resulte tan espantoso, y es seguro que las consultas de traumatología se verían aliviadas…
Mientras esa conquista social no se produzca, y para mitigar mi dolor personal y el del resto de colegas de la blogosfera, me he permitido un pequeño invento. Lo llamo invento porque no creo que a nadie más sobre el planeta se le haya ocurrido. Pensé patentarlo pero descubrí que soy perezoso y el procedimiento demasiado complicado y oscuro. También pensé en la rabia que me daría hacerme millonario con tan poco esfuerzo. Por eso he decidido compartir mi invento con la humanidad, publicarlo aquí sin haberlo registrado para que lo copien todos o para que una multinacional se lucre, me da igual. Es un producto “share”. Lo ven ahí en la foto. Es sólo para usar en la casita: por muy enrollado que sea su jefe, no va a dejarle que se acueste en la oficina.
Se trata de un atril. Primero usted debe abandonar el capricho de tener un ordenador de sobremesa, con su parafernalia de cables y monitores y teclados y ratones y cepeús. Hágase con un sencillo portátil y un router y navegue con total libertad acostado en la cama. Sus piernas estarán libres para estirarse o encogerse. El ángulo del cuerpo con respecto al teclado es el mismo que si estuviera sentado. La ventaja es que puede estar horas, que su columna no sufrirá. La técnica de construcción es fácil: un pequeño tablero y cuatro listones de madera que se unen con tirafondos (tornillos de toda la vida, para los que no hayan visto nunca Bricomanía).
Usted, amigo bloguero (esto engloba a hombres y mujeres, me niego a la tontería del lenguaje de género), posteará feliz, sin tener que frotarse la rabadilla cada cinco minutos para disipar el dolor. Se sentirá tan contento que ni siquiera le molestarán los comentarios agrios de los troll (porque un troll, amigo mío, igual que una hernia de disco, le sale a cualquiera). Eso sí: para que el invento funcione bien uno necesita estar tipín (como diría Falinda). Si a uno le crece la barriga, el atril hay que ponerlo muy elevado y los dedos no alcanzan a escribir. Tampoco sirve para las personas de brazos cortitos (salvo que se pongan unos zancos en los codos). Bueno, para navegar sin escribir sirve sea cual sea el cuerpo que se tenga, porque el ratón se pone en horizontal sobre la cama.
Es un invento para internautas herniados y para todos los amantes de la posición horizontal: ¿Te gusta navegar?