21 octubre 2006

Hombre rico hombre pobre

Esta semana se ha celebrado el Día Mundial de la Pobreza. Tengo una gran curiosidad por saber cómo se gestiona esto de los Días Mundiales, quién decide el calendario oficial de eventos, y si todos los días están ya copados o hay sitio libre para el Día Mundial de la Ranita San Antonio. El Día Mundial del Blog ya existe, y que me aspen si le encuentro sentido. Debe de ser un montaje de las agencias de prensa: un comodín para llenar páginas de periódicos o minutos de telediarios cuando no disponen de noticiones tipo preñez de una princesa.

Hoy mismo se celebran en España cientos de concentraciones para conmemorar la pobreza. EL MUNDO DIGITAL embellece su portada con una foto de “ejemplo de pobreza” en la India, donde figuran dos jovencitas de coloridos trajes azul y fucsia y tres niños que muestran sus barriguitas infladas.

El SR. SULFUR nos anunció esta semana su intención de consagrarse al auxilio de los desfavorecidos. Se trata de un post memorable, una tesis doctoral para recibirse de blogger cum laude. Recomiendo su lectura, antes de que se nos marche en misión solidaria. Madres Teresas del mundo: yo os admiro. Sin embargo soy cobarde y albergo el gen egoísta que me impide añadirme a la cruzada. Esta labor humanitaria siempre quedará como privilegio espiritual de unos cuantos: si todos los habitantes de los países ricos nos trasladamos a África en bloque para ayudar a los pobres, nos vamos a zampar el poco pan de que disponen y les hundimos el barco.

No voy a salir a la calle a ninguna manifestación, ni a leer ningún manifiesto contra la pobreza: para hacer eso hace falta ser pobre de espíritu, lo que equivale a limpiar la cuenta corriente dejando sólo lo imprescindible. Casi todas las personas que acudirán a esas concentraciones podrían donar a los pobres la mitad de sus salarios, y no lo hacen porque están en juego sus televisores planos y sus ADSL, instrumentos imprescindibles para mantenerse informado y llevar a cabo un activismo responsable a favor de la pobreza (he dicho bien, a favor, no en contra). Para no incurrir en el vicio de la incongruencia (el peor de los vicios) me limitaré a aceptar de buen grado la carga fiscal que me corresponde, y que los gobiernos se pongan las pilas. Si hace falta contribuir más, yo no soy de los que se quejan por los impuestos.

Los países "desarrollados" manejamos un concepto de pobreza fabricado a nuestra medida y para nuestros intereses. Si no tuviésemos el punto de comparación, el contraste con esas otras formas de vida de los que calificamos de "pobres", no podríamos sentirnos ricos y, por tanto, satisfechos. Y vivir en este estado de riqueza está conduciendo, por ejemplo, a cuatro millones de depresivos en España, sin ir más lejos. Y otros tantos de obesos.

La solidaridad es necesaria. Las personas que entregan su vida a labores humanitarias son dignas de admiración. Pero deberíamos ser menos arrogantes y no considerar pobres a personas simplemente porque no usan televisores ni Mp3 ni microondas ni se limpian el sarro cada seis meses. Todo eso forma parte de una cultura: una cultura que quizás nos esté matando por otras causas que no sean la desnutrición: tal vez nos estemos matando por SATURACIÓN. Saturación alimenticia, saturación informativa, saturación lúdica, saturación sexual. Cualquiera de nosotros, hombres ricos del mundo, podemos reventar de colesterol, de estrés, de aburrimiento, de insatisfacción. No nos basta con comer bien, tenemos que embostarnos en restaurantes finos. No nos basta que el televisor se vea correctamente, necesitamos que sea plano. Y no nos basta con que gane el Real Madrid para estar contentos, porque si el Barcelona también gana seguiremos jodidos. En suma: somos pretenciosos. Ricos y pretenciosos.

De pequeño viví en un ambiente rural profundo, en condiciones equiparables a los de los actuales países más pobres. Para yo poder nacer tuvo que morir una gallina. Mi madre me dio a luz en el suelo, de cuclillas, sobre un saco de arpillera, sin hospitales ni médicos. Mi primera cuna fue una canastilla de las que usaban para empaquetar los plátanos. Mi biberón era una botella de cerveza (rellenada de leche con gofio) con una mamadera de cabrito. Vivíamos en una casa de 40 metros cuadrados, cuyo techo chorreaba como las cataratas del Niágara, sin luz eléctrica y sin baño. Los colchones eran de paja y las sábanas de saco de azúcar cubano. La renta per cápita era cero, vivíamos de los animales y de las huertas. Sin seguridad social. Hasta los seis años no vi un médico. Con frecuencia me hacía heridas incisas profundas de cuatro centímetros que mi madre curaba aplicando directamente un esparadrapo, con todo el adhesivo sobre la llaga, sin gasa ni puntos ni nada. Cuando curaba me aplicaban un chorro de gasolina para que se desprendiera el pegamento. Por Reyes nuestra hermana mayor nos recortaba las fotografías del catálogo de juguetes de Galerías Preciados: y eso era todo. No pasé hambre, pero si malnutrición: esa barrigona que ven en la foto es por falta de proteínas, igual que los niños indios que aparecen hoy en la portada de El Mundo Digital.

Mi madre pudo morir en el parto. Yo pude morir de cualquier infección. Sin embargo el destino me reservaba el privilegio de abandonar la condición de niño de “ojos borrosos atosigados de moscas” (palabras de Sulfur) para convertirme en hombre rico que vive atosigado por los incidentes de los dispositivos electrónicos y por las terribles tragedias desparramadas por los medios informativos, apto para reventar de estrés el día menos pensado. Hay que joderse, qué alivio, podría pensar en los últimos segundos de vida.

Lo paradójico es que yo, de pequeño, aunque encajaba perfectamente dentro de los parámetros que actualmente consideramos como pobreza extrema, no sufría ni era en absoluto infeliz. La pobreza debería contemplarse con otros ojos y menos prejuicios. No es tan importante la distinción entre hombre rico y hombre pobre. Habría que hablar más bien del hombre absurdo y del hombre lógico. Del hombre insostenible y del sostenible. Del hombre infeliz y desesperanzado y de ese otro hombre en el que todo es esperanza, porque nada tiene, excepto que está vivo y puede continuar viviendo.

Hace unos años pusieron un documental en la tele sobre la vida de un hombre de una tribu africana no contaminada por la globalización. Todo lo que tenía que hacer era levantarse cada día, salir en su piragua y pescar en el río un solo pez. Regresaba a la aldea y comía con su familia. Dormía. No parecía nada aburrido: ¡Y era tan simple y tan eficaz! No dejo de meditar en ello. Nosotros, los hombres ricos, nos apresuramos a descalificar a ese indígena como “pobre de solemnidad”, pero su vida es mucho más racional, lógica y sostenible y feliz que nuestras complicadas e ingobernables vidas occidentales.

No digo que esté dispuesto a renunciar a lo que soy para convertirme en un hombre con taparrabos que sale a pescar con su piragua y su lanza. Pero envidio a ese hombre sencillo y sostenible. Y me apiado de mí, engendro de la tecnología y el desarrollo económico. Y propongo una reflexión: ayudar a ser feliz a quien no lo sea, pero no ayudarlo a que se convierta en uno de nosotros; no tener compasión ni pena por esos niños indios “pobres” que aparecen en la foto de El Mundo Digital. Yo fui como ellos y era feliz correteando por los prados, descalzo (no llevé zapatos hasta los seis años, y me encantaba), jugando a ser vaca, revolcándome y comiendo yerba de verdad. Si alguien piensa que tener WC es imprescindible, ah, ¡entonces es que no ha probado a deponer en una ladera de montaña al aire libre, con toda la brisa del Atlántico pegándole en las témporas!

Salud y felicidad para todos. Y a la tecnología, a la información y al estrés ¡que les den por el saco!

16 comentarios:

Anónimo dijo...

Creo que tienes razón en que la "compasión" que sentimos puede ser muy absurda, porque como dices, muchos de nosotros no hacemos nada y la riqueza no es sinónimo de felicidad. Lo que sí creo necesario es que las gentes del tercer mundo ya no opten a una tecnología que en muchos casos puede ser inútil, pero sí al derecho de una educación digna que les permita gobernarse a sí mismos, para lo que hacen falta una serie de infraestructuras que no tienen. Es complicado. Lo más increíble de todo es que si los países del primer mundo se pusieran de acuerdo podría erradicarse la pobreza en el tercero. Pero claro, no interesa.

Carla de La lá dijo...

Bravo Johnny, esa imagen...
Eres...
Te quiero, amiguito.

Anónimo dijo...

Este es el primer post que te leo.

Redondo, honesto, sincero y a fondo.

=)

Qué bueno.

Saludos.

Unknown dijo...

Pues sí, Johnny, había leído tu post antes de escribir el mío, aunque no surgió por eso. Fue una coincidencia.

Lo que sí ocurrió es que cuando lo lei no había todavía comentarios, y en ese momento no dejé ninguno, porque quería pensarme bien lo que iba a escribir. Luego las cosas se encaminaron de forma que escribí mi post, así que supongo que ya te has dado cuenta de lo que pienso.

Besos.

sulfur dijo...

Sr.Ingle,

Creo que era un tal Berger el que hablaba de una jaula de acero y no recuerdo qué más cosas para describir el estado en el que nos encontramos cuando queremos decir basta y cambiar nuestra vida y no lo hacemos, por H o por B, pudiendo técnicamente hacerlo. Sr.Ingle, con todo el cariño, váyase a cagar al monte !!!. Olvídese de su mundo y regrese al de sus orígenes, que si su familia ya estuvo por qué ud. no lo va a hacer.

Es que..., claro, los "esques" de todos. Yo intentaré abrir un poco los barrotes de esa jaula, porque no aspiro a dejarla, sólo a ver un poco más a través de la misma. Además, así no se me vicia el aire y la tengo más arregladita.

Por cierto, es Ud. demasiado generoso en sus comentarios.

sul.

JOHNNY INGLE dijo...

Sr. Sulfur: En el monte donde nací y depuse, existe un gran vacío. Este verano anduve por aquellas tierras y me deprimió lo abandonado de gente, y lo reseco que estaba todo (qué se puede esperar, si era verano). No soy demasiado generoso: si se da a cada uno lo suyo (justicia aristotélica) nunca se es generoso, simplemente se es justo.
Koti: de pequeña tenías una manita en la boca, pero ahora que estás crecida ya nada te impedirá hablar con libertad. Por cierto: no te pareces en nada a una niña de Cromañón: más bien una niña de sapiens sapiens (todo esto lo digo por el Post de Koti de esta fecha, para quien no entienda).
Mari: "Sos" la lectora ideal, con tantas costillas como dices que te partes. Y además educadita, como a mí me gusta la gente. Qué guay, diría Aksaray (que por cierto, anda con pereza de postear desde que mostró los pies sucios al mundo).
George: los países ricos se pondrán de acuerdo para erradicar la pobreza cuando ello constituya un negocio en sí mismo.
Falinda: Las dimensiones de tu amor se miden por campos de fútbol. Pero tu sentido del humor sobrepasa la estratosfera.

Valeria dijo...

Que razón tienes!
Nos creamos necesidades que nos conducen a vivir de manera atropellada, sin disfrutar apenas de las cosas simples.
Me gusta mucho que hables de una infancia en condiciones tan duras, y la califiques de feliz...
Un saludo.

JOHNNY INGLE dijo...

Por supuesto que sí, Valeria: la felicidad consiste en la ilusión de perseguir duendes. Los de la ONCE tienen razón.
La etapa más difícil de la vida comienza cuando ya no queda mucho más por alcanzar. Creo que mi sueño más recurrente de pequeño tenía que ver con granjas, animales, tierra fértil, ríos con agua (¡claro que con agua, idiota!). También es verdad que los niños no tienen del todo desarrollada la consciencia, y eso ayuda. Saludos.

meditada dijo...

Nadie hace nada (yo me incluyo) pero creo que los que deberían empezar por hacer algo son los ricos muy ricos de los paises tercer mundista. Y los ricos muy ricos de los paises desarrollados.

La prima de Aksaray

princesa del vértigo dijo...

TE doy toda la razón en cuanto a lo absurdo de la vida que llevamos y la ineficacia de nuestra falsa solidaridad.
Contribuyo con algunas ONG pero muchas veces pienso que realmente la existencia de éstas en cierto modo es un obstáculo para que los gobiernos de los países ricos asuman su responsablidad de ayudar a esos países del llamado tercer mundo. En cierto modo, es una forma de quitárselo de en medio.
Como dice georgehazard, la solución podría estar en ´dotarles de los medios y la educación adecuada para sacar más partido a los recursos de que disponen.
Yo también viví una infancia con muchas privaciones visto desde el punto de vista actual para alguien de una gran ciudad como Madrid, pero yo en ese momento no lo vivía así.

Besos

meditada dijo...

La verdad es que Aksaray tiene un gran motivo para odiar a los poetas mayores llorones... de todas formas creo que si somos diferentes, pero no se porque extraña razón las dos acabamos cantando juntas en karaokes a grito pelado sin ningun tipo de escrúpulo.

perro del mal dijo...

Tengo un amigo de Argentina que me dice siempre 'mientras menos tengo más feliz soy' y, en verdad, lo veo y le creo. Pero no sé por qué me aterra la idea de pensar en mi vida sin todos estos armatostes tecnológicos o sin salir a un buen restaurante de vez en cuando, etc. Y al mismo tiempo me aterra la idea de que me aterre vivir sin todo esto, ¿cómo es posible?

Al paso que vamos quizá llegará un día en el que las máquinas nos van a descontinuar a nosotros por obsoletos, por no poder vivir sin todo esto, por ser dependientes para subsistir.

Lo más incongruente de todo es que yo aspiro a una vida sencilla, yo aspiro a tener tiempo para leer un libro, o para salir a caminar e ir al monte a cagar y sentir la brisa del pacífico (en mi caso) refrescándome las nalgas. Es más, puedo afirmar que fui feliz durante el tiempo en el que no tenía móvil ni teléfono en casa pues me sentía más libre, hasta con un toque de misterio por ser ilocalizable, jajaja.

Hace tiempo, cuando estaba en la universidad otro amigo y yo hicimos un experimento: duramos 3 meses sin leer un periódico, ni escuchar o ver un noticiero, y la verdad es que sí fuimos más felices sin recibir tanta noticia mala. Nuestra conclusión fue que, efectivamente, la ignorancia es una bendición.

Saludos

JOHNNY INGLE dijo...

Interesante experimento. Aunque simplemente con meditarlo un poco se llega a la conclusión. La información (y dado que la información casi siempre se compone de malas noticias) es la gran responsable del padecimiento de los seres humanos del mundo desarrollado. Indudablemente ojos que no ven corazón que no siente, y los corazones están doloridos por tanto ver y oír y leer y pensar. Sobre esto tengo que lanzar otro post uno de estos días.

Saludos.

Anónimo dijo...

Hola Sr. Ingle, es la primera vez que escribo en un blog y lo voy a hacer porque ha tocado usted un tema que me ha hecho recordar mi infancia. Yo tambien crecí en un ambiente rural, rodeada de higos picos, gatos salvajes, conejitos y con un perro que me acompañaba a mis excursiones al fondo de los barrancos. Cuando cuento cosas de esa época de mi vida, como que teníamos un camello para sembrar las papas o que teníamos que ir a buscar el agua a una fuente en la plaza del pueblo, la gente se escandaliza y me dicen que por lo que cuento debería ser más vieja. Solo tengo 35. La verdad es que lo cuento con mucho orgullo. Yo también creo que ese señor que va a buscar un pez cada día para comer con su familia, no necesita nada más para ser feliz; nosotros que lo tenemos "todo", parece que cada vez queremos más. ¿ no será que necesitamos tener mas contacto con la naturaleza? Pruebe a caminar descalzo de nuevo por el campo, vera que bien se siente.
Saludos.

JOHNNY INGLE dijo...

oH, Heidi, Heidi: No se crea que es tan fácil ahora caminar descalzo por el campo:¿dónde está el campo, cuando todo es asfalto y uno tiene que luchar por una baldosa libre para plantar los zapatitos? Bueno, al naciente, más o manos a un kilómetro de distancia, tengo una montaña, donde a veces hay vacas pastando. Muchas veces me ha tentado acercarme, catar de nuevo el inconfundible olor a bosta. Pero me da miedo de que aparezca el dueño y piense que quiero dañarle sus animales, molestarlas en su rumiar, acaso imagine que soy un pervertido zoófilo.

Eso de los higos picos y del camello me da por ubicarla en Lanzarote. No sé si en otra parte se usaban camellos.
Pues sí, no hace tanto de eso de ir con el cántaro a la fuente.
Nosotros teníamos un manantial propio, con una tubería que bajaba del monte. Claro que podías abrir el grifo (sin filtros) y te saltaba una lombriz de tierra, era normal... Y en lugar de camello, un mulo que, harto de su clase de vida, una noche se ahorcó con la cadena: hay sospechas de suicidio, pero la versión oficial es que fue un accidente.
Saludos y encantado.

perro del mal dijo...

bueno claro que era lógico, y con meditarlo llegarías pero aquí el reto no era comprobarlo sino llevarlo a cabo, es decir, ver si podíamos vivir sin noticias durante 3 meses.