No es muy seguro que mi madre, que ya está algo mayor, pueda llegar a disfrutar el delicioso futuro que nos pronostica el Sr. Mantel para dentro de cinco años: “Los curas serán lagartos con pintas amarillas y en vez de crucifijos tendremos pieles de tomate en las iglesias”.
Mi madre sufre mucho por culpa de los curas. La misa es su única diversión, pero una misa será divertida o aburrida en función de quien la cante. Y así como no todo el monte es orégano, hay curas que cantan como Britney Spears y otros que lo hacen como el culo.
A mí me tocó hacer la primera comunión con los hermanos Calatrava. Eran dos curas gemelos, viejos como castañas, bajitos y feos. Tenían menos gracia que un puercoespín aplastado al borde de una cuneta. Pero mientras esperábamos por la ceremonia, hubo una pelea en la sacristía, se escucharon gritos y aspavientos y al poco hicieron aparición ante el Santísimo Sagrario, en pleno Altar Mayor, el cura y la sacristana peleándose al más puro estilo Rocky Balboa. El cura le dio patadas a la vieja. Un escándalo de muerte. Las madres retiraron a sus niños, salimos todos afuera. Luego algunos volvieron, mi madre no me dejaba, que mi niño no, pero al fin, viendo que se me iba a quedar pequeño el traje de marinero si lo dejaba para otro año, me permitió hacer la comunión con aquel cura en pecado mortal. La pelea, por cierto, fue porque el cura y la sacristana no se ponían de acuerdo respecto a que patena usar para la consagración de las hostias, y dentro de la sacristía el cura acabó esparciendo las obleas por el suelo y las pisoteó con rabia.
Cuando se marcharon los curas Calatrava llegó un cura joven y guapo, más o menos un Padre Amaro. Vestía pantalón y suéter, sin alzacuellos. Confesaba a las chicas mientras paseaban por por la plaza. Todas estaban enamoradas de Don Manuel, que también se bañaba con ellas en la playa ¡en bañador! (de esos marca paquetitos, que estaban de moda en los años 70). La sacristana lo criticaba, pero mi madre le decía que cómo se iba a bañar si no es en bañador, que desnudo no podía ser…
La sacristana nos tenía mucha rabia a los niños. Nos miraba atravesada, y no nos dejaba pisar la alfombra roja. Ella lo que amaba era sus gatos, a los que alimentaba con sardinas compradas con el dinero de las ofrendas.
Más tarde hizó aparición un curazo grandullón que había sido Teniente del Ejército. Fue en 1975, y mi madre sufrió mucho porque no le quiso hacer funeral a Franco. Se enfadó con él y dejó de asistir a la Iglesia. Esto nos salvó a mis hermanos y a mí, durante una buena temporada, del madrugón de la misa dominguera. Luego, cuando vino otro y mi madre intentó retomar la costumbre de obligarnos, ya estábamos más crecidos y nos negamos.
La era de los galácticos llegó con el fichaje del llamado cura Maradona. Como el cura era compartido, los del pueblo de al lado, el eterno rival que presumía de tener farmacia y gasolinera, hicieron colecta y compraron un chalet para ponérselo como casa parroquial. Un fichaje millonario, como el futbolista argentino del mismo nombre (pero no tan famoso) que por aquella época había firmado por una cantidad escandalosa de dinero con el FC Barcelona.
Hasta hace muy poco mi madre había tenido estabilidad, estaba satisfecha con los curas que, uno tras otro, se habían sucedido al mando de la parroquia. Llegó a ser tesorera del Comité Local de Cáritas, no sin dificultades, ya que con el primer dinero pretendieron beneficiar a algún desfavorecido del barrio y no encontraban un jodido pobre. Finalmente, eligieron la casa de una mujer sucia y le tocaron en la puerta con el donativo. La mujer les respondió que ella era sucia y gandula, que el marido la había dejado con un hijo bruto, otro bobo, otro violador y dos oligofrénicos, pero que no era pobre como para aceptar limosnas y que se fueran con viento fresco. Como ven, no es fácil ganar el cielo. Si no hay pobres para socorrer, uno lo tiene difícil.
La situación actual de mi madre respecto a los curas es que está deprimida. Y creo que se va a morir del disgusto porque, como he dicho, su única diversión es la misa. Lo que ha ocurrido es que les han desterrado al cura bueno que tenían desde hace unos años, y lo han sustituido por un jovencito que ella dice que o bien tiene el SIDA o bien está anoréxico, y que no les hace puto caso a las viejas, que da las misas como el culo, que es desabrido como un caldo de recortes de uña, y que no hay esperanza.
Lo peor es que la semana pasada el cura tenía catarro y, según consagraba las hostias, estornudaba y tosía y moqueaba y se llevaba la mano a la boca para contenerse y rascarse la picazón de la nariz. Luego, con esas mismas manos mocosas y estornudadas, les repartía las hostias a las viejas. Mi madre casi se muere de asco, se inventó pecados que no tenía para no comulgar. Vino a casa opilada. Llamó al cura de antes para decírselo, llamó al arcipreste y, como no le hicieron caso, pidió hablar con el obispo. Nada. Se hicieron los suecos. A mí me lo contó y me pareció muy grave. Le dije que yo mismo mandaba un fax a Inspección de Sanidad y lo hice.
Jeje. Pues resulta que surtió efecto, y que lo llamaron al curita anoréxico y le ordenaron que para decir las misas, mientras tuviera catarro, que usara mascarilla sanitaria y guantes de látex para repartir las hostias. Lástima que no estuviera yo allá. Me hubiese quedado una foto antológica.
En su día hubo el cura Maradona. Ahora tienen el cura Michael Jackson.