La Iglesia se ha inventado una especie de teoría para demostrar que Dios existe y que el hombre no es fruto de la evolución natural, sino de un DISEÑO INTELIGENTE: precisamente de ese Dios. Reputados investigadores han demostrado que científicamente esa teoría es más falsa que los cielos rasos de escayola. Pero a mí no me hacen faltan argumentos científicos. No tengo más que ver al hombre, tal cual es: ¿A eso le llaman diseño inteligente? ¡Menuda chapuza! Si alguien nos diseñó, lejos de hacerlo inteligentemente, lo hizo con el culo. Porque, hay que ver la cantidad de mierda que nos echó encima.
Somos todo sudor, babas, líquidos hediondos, humores sucios, pestilencias, gases. ¿Es que no había más alternativas que usar todo lo cutre y lo marrano para sustentar la vida de los seres humanos? A veces pienso que hasta algunos animales fueron diseñados mejor que nosotros. Los perros, por ejemplo, que no sudan, joder, ellos eliminan el sudor con la saliva, se la tragan: eso es bastante limpio. Y además tienen la cara cubierta de pelos, pueden envejecer sin que se les noten las arrugas, no necesitan estiramientos faciales. Los perros viejos no dan asco. Las personas viejas sí, a veces.
Todo el mundo está de acuerdo que el uso de combustibles fósiles como fuente de energía no es la más inteligente ni la más avanzada de las opciones. Ahí está la ironía de que para ir en coche de Madrid a París tenemos que quemar el muslo de un dinosaurio muerto. A eso nadie lo llamaría diseño inteligente. Eso es una marranada tóxica como la copa de un pino. Sin embargo un coche eléctrico alimentado con hidrógeno sería lo ideal (al menos hasta que se invente el tele transporte, claro).
Pues la forma que tiene el ser humano de aprovisionarse de energía es tan ridícula y cochina como la de los coches con motor de combustible fósil. Tragamos alimentos, carne muerta, materia vegetal ácida, lo que pillamos. Tenemos una boca halitosa que tritura esa basura, la metemos en un saco de ácido y babas, que luego de un rato vierte el contenido a una tripa de ocho metros donde esperan los bichos más groseros y sucios que es posible recolectar, que lo mastican todo y se tiran pedos (porque eso lo aprendí en un documental, los que se tiran los pedos son las bacterias), y te dejan toda la mierda ahí, para que la elimines como puedas. En alguna parte leí que la sustancia que más abunda en las ciudades es una mezcla a tres partes de mierda, jabón y pis.
Dicho esto, que venga la Iglesia y me explique cómo pueden llamar a esto diseño inteligente. Que no digan que somos una máquina maravillosamente complicada. Si lo inteligente no es lo complicado. Lo inteligente es lo sencillo. Y las plantas lo son. Son formas de vida, que es de lo que se trata, y sin embargo ellas son limpias. No tienen boca halitosa, ni estómago, ni tripas, ni producen mierda, ni pis, ni sudor. No apestan, sino que muchas veces exhalan las más delicadas fragancias. Reciben la luz solar, con su clorofila sintetizan glucosa, liberan oxígeno. Hala. Qué envidia. Y se mueren, se secan, con tanta dignidad. No se llenan de gusanos a los tres días, como nosotros: y es que también el diseñador inteligente ese ni siquiera nos respetó como cadáveres: nos humilló llenándonos de gusanos, convirtiéndonos en la masa podrida más nauseabunda que podría haberse diseñado: sí, diseñado.
Esto hay que solucionarlo. Ahora que por fin se ha completado el genoma, alguien debería ocuparse de hacer unos retoques para devolver la dignidad a los humanos. No podemos llamarnos libres mientras seamos esclavos de la mierda. La redención es la liberación del culo. El hombre sin culo es el diseño inteligente. Y está al alcance. Yo no pongo ni quito rey, pero que alguien ponga y quite genes, por favor.
Que nos cierren el culo a todos. Que suturen la raja, el ojete. Todo. Que vacíen las tripas y reseccionen el estómago. Hay otras formas de obtener la energía vital. En una primera fase podríamos valernos de baterías, que cada persona podría llevar en una mochilita a la espalda: elegante sería, y muy juvenil.
Pero el ideal es imitar a las plantas. Nosotros también podríamos realizar la fotosíntesis. Bastaría agrandarnos las orejas, llenarlas de cloroplastos, y captaríamos del sol la energía suficiente para movernos y pensar. Las plantas de los pies podrían ser porosas y caminaríamos descalzos para absorber minerales del suelo.
No tendríamos que luchar por el alimento, ya que la energía del sol es gratis. Por tanto, tampoco habría necesidad de trabajar. Nos pasaríamos el día haraganeando, perezosos, errando por ahí, tendidos sobre piedras, tomando el sol y copulando: justo como hacen los lagartos. Mal que les pese a algunos, esto sí que sería un diseño inteligente.
Y ya que hablamos de sexo, también tiene delito esto de unir funciones excretoras y sexuales. El sexo no tendría por qué ser tan sucio, tan lleno de babas, mucosidades, fluidos, olores. El hombre podría tener como una navajita plegable en un costado, y la mujer una hendidura en la cadera. De esta forma sería posible practicar el sexo mientras se ve una película en el cine.
Para rematar la faena, sólo nos falta una muerte digna. Nuestra muerte podría ser como la de las plantas también. El trigo se seca y es tan perfumado como en vida. Los cuerpos humanos podrían acabar sus días con una rápida deshidratación. Nos quedaríamos en la cama, primero tiesos, luego tostados, amarillos, resecos, agrietados, hechos migas. Bastaría que alguien soplara un poco y, con una escoba y un recogedor, tirar el polvillo a la basura.
Polvo eres y en polvo te convertirás: inteligente.