Lo de las razas puras lo inventó Mendel a mediados del siglo XIX, con el asunto de los guisantes famosos. A partir de entonces se inició una gran batalla en la que seres de distintos reinos y especies intentan hibridarse (para ver qué pasa) mientras unos cuantos locos han procurado con métodos diversos (incluido el exterminio) mantener la pureza de sangre o de savia.
El panorama actual es confuso, ya que Moral y Ciencia no se ponen de acuerdo. En el Reino Vegetal se considera ético y científicamente decoroso que se mantenga la puridad de las especies. Se manejan expresiones tales como “especies autóctonas”, “especies invasoras o exóticas” y se emplean estrategias abiertamente dirigidas a erradicar esos elementos extraños y a evitar que las especies o variedades puras y autóctonas se hibriden con otras de pelaje inferior o extranjero, lo que se consideraría un desastre ecológico.
Si nos trasladamos al Reino Animal, y más concretamente al Reino de los Humanos, el rasero que se aplica es distinto. Si alguien se atreve a hablar de “razas puras”, o se dedica los domingos por la tarde a exterminar a los “invasores”, sencillamente se le insulta o directamente se le arma una Guerra Mundial para impedir el desaguisado (y me parece bien). ¿No es esto contradictorio? ¿Por qué nos parece tan mal que se aplique a los humanos la política de segregación que sin embargo admitimos sin rubor para las especies vegetales o para animales como perros y caballos? Si el aislamiento de las razas puras es una ley natural, ¿por qué no vale también para los humanos?
Alguien podría pensar que la hibridación entre humanos no representa ningún riesgo. Pero eso no es del todo verdad, y lo podemos ilustrar con un ejemplo: Existen personas con dientes largos de caballo y personas con dientes diminutos de ratón. Son rasgos genéticos. Si una mujer caballuna se cruza con un varón de dientecillos de roedor el resultado puede ser catastrófico: es probable que la criatura fruto de la unión herede de la madre el gen de los dientes equinos, en tanto que la mandíbula la saque clavadita al padre. Los dientes grandes no tendrán espacio en la mandíbula pequeña, y se formará un amasijo retorcido que luego los ortodoncistas tendrán que ajustar con sudor y lágrimas. Es un problema habitual en nuestros días, y se debe a la hibridación.
Pero esto es sólo una anécdota. No voy a ser yo quien justifique las prácticas de segregación de las razas puras, ni la defensa de lo autóctono frente a los invasores. En absoluto, yo propugno la hibridación con todas sus consecuencias, porque es una ley natural, y todo lo que existe en la naturaleza es correcto. Me parece un delirio ridículo el afán por olisquear las mierdas que va dejando por ahí el último ejemplar de lince ibérico. Si le ha llegado el turno de extinguirse que se extinga. Se extinguió el cromañón y en buena hora. Y si la palmera cocotera del caribe quiere echarse un kiki con la palmera canaria y procrear un palmito de coco-dátiles, que Doraemon se lo bendiga.
Y por supuesto, que vengan los atléticos negros con sus grandes rabos y que se hibriden con nuestras mujeres de ojos azules, que mire usted qué criaturas más hermosas van a salir del invento. El racismo no es guay: este lema acompañó con gran éxito a José Luis Rodríguez (El Puma) hace un par de décadas. La canción se titulaba “Pavo real”:
A todo negro presente yo le voy aconsejar,
que combine los colores que la raza es natural.
Todo negro pelo recio con rubia se ha de casar,
Que un negro con una negra es como noche sin luna,
y un blanco con una blanca es como leche y espuma.
En algún programa del Dr. Jiménez del Oso, mucho tiempo atrás, se llegó a decir que la humanidad, dentro de miles de años y como resultado de la hibridación, sería de una raza uniforme, y que nuestro color de piel, ya unificado, sería un verde oliváceo. Mmm: ¿se imaginan qué elegancia?
De modo que todos a hibridarse cuanto puedan y con lo primero que pillen a mano. Da igual quien acabe perdiendo (si un lince ibérico se extingue, repito, que se extinga, ¿por qué perseguir sus cagarros y ponerle platitos con leche?), al final habrá ganado el proceso natural. Y la naturaleza nunca se equivoca. No respeten razas ni especies ni Reinos. Si usted es una mujer blanca hibrídese con un negrazo de rabo grande, que le gustará, seguro. Y si usted es un hombre de campo y una gallinita le pone chueco, aproveche la ocasión, que dicen que las aves son la mar de calientes. No piense nadie que la zoofilia es una perversión. Hace tiempo que se practica: si no, ¿cómo se explican tantos individuos que hay por ahí con aspecto humano pero con inteligencia de asno? La fitofilia tampoco resulta execrable, y ya es habitual que muchos contables compartan la ducha con su ficus preferido los fines de semana.
Lo que no veo practicable del todo es la hibridación con el Reino Mineral. Ya sé: a algunos hombres les encantaría tenerla como una piedra (y a las mujeres para qué decir), pero no creo que sea el camino: Es más fácil abrir un Spam y aceptar una buena oferta de Viagra.