24 agosto 2006

Nadie llorará por nosotros

Crispín lo había dejado bien claro: cuando me muera que me incineren y esparzan mis cenizas por un acantilado, junto al mar. No quiero una tumba para que vengan a llorar o a ponerme flores. En realidad le preocupaba el gasto de dinero: toda su vida había sido un tacaño.

A los pocos meses, sus hijos tuvieron que ocuparse del funeral, y cumplieron a rajatabla sus palabras. Era un hermoso y radiante día de primavera, y acompañados por los familiares más cercanos, Ragebundo y Pantriel se dieron cita en el promontorio de Roca Bermeja, a barlovento. Empuñaron el ánfora al unísono, y el emotivo acto concluyó con el vaciado. Abajo el mar latía furioso, embravecido, como si quisiera manifestar que en absoluto estaba de acuerdo con aquella muerte que, por otra parte, no debía de ser más que una muerte como otra cualquiera. Por desfortuna, un golpe de olas abatió a los desdichados Ragebundo y Pantriel, que se desplomaron sobre los peñascos y murieron en el acto.

La sorpresa de las viudas fue grande al leer el testamento. Según la cláusula que proveía los sufragios, Regebundo y Pantriel deseaban ser incinerados y que sus cenizas fueran restituidas al interior del cono volcánico de Arenas Negras: un lugar hermoso, lleno de silencio, donde deseaban descansar la larga etapa de la eternidad. Como las viudas se negasen, fueron las hijas de éstas, Pleura, Tiburcia, Betipú y Ana Margarita, las que, acompañadas por los deudos más íntimos, se encargaron de cumplir el deseo. La primavera acompañaba también a la montaña, cuyo negro contrastaba con el azul celeste. Las niñas tomaron las ánforas y esparcieron el polvo. Una nube gris enturbió el aire, y les provocó toses y convulsiones. Tanto así que resbalaron sin remedio las cuatro criaturas y cayeron rodando al interior del cráter, donde murieron golpeadas y abrasadas por las emanaciones de azufre.

Tan grave tragedia fue muy sentida en el pueblo. Los parientes que sobrevivieron dijeron que esto era castigo de Dios, que los cuerpos de los finados clamaban por la tierra fresca, que los gusanos devorasen los templos del alma, y así se organizó un funeral como manda la Santa Madre Iglesia. Las cuatro tumbas fueron rellenadas con los jóvenes cuerpecitos de Pleura, Tiburcia, Betipú y Ana Margarita, y los enterradores comenzaron a remover la arcilla para darles cristiana sepultura. Tan emotivo fue el momento, que los asistentes experimentaron como un temblor en sus cuerpos. En realidad se trataba de una enorme falla que se abrió en el suelo, fracturando las vidas de los asistentes, que era el pueblo casi al completo.

Como no había cementerio disponible, tuvieron que incinerar y rápido a toda la marabunta de personajes cuyos nombres, con ser raros, omitiremos por no recargar el relato. Las cenizas se dispusieron esta vez no en ánforas, sino en bolsas de plástico con cordeles que se ataron a los perros lebreles (a cada uno el de su dueño) para que las llevaran a dispersar a los barrancos y acantilados. Desde aquel día, el pueblo nunca más tuvo perros.

COMENTARIO: Esta historia es una dramatización basada en hechos reales ocurridos en Gran Canaria en marzo de 2005 (LEER NOTICIA). Para evitar estas tragedias, las leyes deberían prohibir que las cenizas de los muertos se entreguen a los familiares. Después de todo, ninguna persona puede adueñarse del cuerpo de otra, o de sus restos. Es un residuo contaminante, y debería hacerse cargo un gestor autorizado o destinarse al reciclado. En mi opinión, las cenizas funerarias son un material que podría aprovecharse para fabricar tóner negro para impresoras. De esta forma podríamos beneficiarnos de una inmortalidad inesperada. Unos querrían encarnarse en memorando (para ser recordados), otros (los más avaros) gozarían imprimiéndose en una factura; tal vez los contables elegirían una bonita cuenta de pérdidas y ganancias. A mí me gustaría encarnarme en sentencia judicial: ¿Qué tal en una bonita condena de 30 años a la sombra para el hortera de Julián Muñoz?

19 comentarios:

Rita Peich dijo...

O en una novela cómica, o una de Corin Tellado, o un relato erótico, o una receta de cocina, o un exámen de la universidad ... o en tu propio testamento ... que yuyu ... anda que a tí se te ocurren unas cosas ...

Las cenizas deberían enterrarse, pero por ejemplo como parte de una autopista, o para abono de un huerto, así nos aseguramos que tu vida se ha transformado, como la energía que es/fue y, que como todo el mundo sabe, ni se crea ni se destruye

Rita Peich dijo...

O para escribir un relato: uno de amor, suspense, comedia o miedo, como la vida misma ... como tu vida misma

O para imprimir tu propio testamento ... vaya, qué morboso!

JOHNNY INGLE dijo...

MMM, Rita, qué extraña idea la de formar parte de una autopista: y qué raro que se te ocurriera a ti, parece un disparate de una cierta masculinidad.

Vaya: Veo que los suizos no se conforman ya con fabricar relojes de cucu. Por muy romántica que sea la idea del diamante, a mí me da repelús llevar colgado nada de materia de un muerto. Yo, si alguna vez voy a Suiza, será para que me apliquen la eutanasia, que parece que allá sí se puede hacer legalmente: uno se ve viejo, inválido, sin perspectiva salvo el sufrimiento venidero, se marcha a Suiza en viaje turístico y, cosas de la vida, ya no regresa nunca más.

Ylo de la joya con el trocito de hueso otra gorrinada de padre y señor mío. La gente está muy mal. Prefería yo la época del Cromañón, donde el amor que había era... en fin, a mí me impactó mucho aquella escena de sexo salvaje en la película "En busca del fuego".

Salud y larga vida para todos. Que el de la guadaña se tarde bastante en venir a segar nuestras pobrecitas almas ateridas.

Anónimo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
JOHNNY INGLE dijo...

George, George: como tú muy bien dices, una historieta tipo Cien años de soledad.

Esa es la biografía del avatar. El blog también es un género literario: no podemos tomarnos las cosas al pie de la letra. La ironía está presente por doquier. Mi sentido del humor es tan negro como la matriz de una loba.

Anónimo dijo...

Lo sospechaba pero ya ves que soy muy inocente. Y yo pensando: ¡pobre hombre! También es cierto que lo leí ayer al volver de juerga y no estaba demasiado lúcido. De todas formas no pienso creerme nunca más nada de lo que digas.
;-)

Anónimo dijo...

He suprimido el comentario por puro pudor...

Eulalia dijo...

La incineración no es ecológica: prefiero que me entierren en un valle de los Alpes Suizos, a ser posible dentro de una cajita de pino que se descomponga a su ritmo natural, sin lápida ni más zarandajas.
Y, para eso es tu página: pon lo que quieras, que lo pones muy bien, sea verdad o mentira.
Un beso.

Anónimo dijo...

Era una broma, Eulalia, claro que puede poner lo que quiera. Solo faltaría que le diga yo lo que tiene que poner.
Un saludo

Anónimo dijo...

Lo de la trasmutación en diamente siempre me ha parecido muy interesante. Algunos ganarían,sin duda alguna: pasaría de ser una mierda de vivos a un diamante de muertos...

Nota: este comentario es soez y de mal gusto. El Sr Ingle no se merece esto en su blog

Fdo.:

Dr. Jeckyl

JOHNNY INGLE dijo...

Sr. Ricardo: ¿Es que no se ha dado cuenta de que mi actividad en la blogosfera es pura apología de lo soez y del mal gusto. Para buen gusto está Falinda, recuerda, esa chica que prefiere que no digamos culo... Tan admirada.

George: Siempre procuro combinar realidades y fantasías en el fondo la vida es así: está formada en una proporción de fifty y fifty de nuestros sueños y de la mierda de realidad: lo de la mierda lo digo por provocar, y por solidarizarme con el Sr. Ricardo. Esa biografía de Jonhnny Ingle no es tan distinta de la mía. Te aseguro que para que yo pudiera nacer mataron una gallina, y por eso soy tan cobarde. Mi destino era ser pastor, de ovejas, de cabras, de vacas... Había una altísima probabilidad, pero ocurrió un milagro y nos fuimos de las montañas. También hay algo de verdad en eso de la madre que emigró a Inglaterra. La historia del niño orgulloso de ser inglés tampoco es inventada del todo. Y lo de la vida sencilla también. Lo del queso... bueno ¿tengo que confesar que tengo mucho queso? Como puedes ver, la ficción no está tan alejada de la realidad.

Salud.

Anónimo dijo...

Bueno, Johnny, ya no sé qué es verdad y qué es mentira. En cualquier caso eres uno de los pocos a los que sigo y eso es por algo. Siento que la gente haya interpretado mal todo esta estupidez. Pero también sé perfectamente que mi comentario no te ha ofendido. Admiro tu forma de escribir y ese humor negro del que presumes, pero también sabes que yo escribo con el corazón y que poco hay de fantasía en mi blog. Por otro lado tienes razón, el 50% de la vida es una mierda, y cada uno inventa el resto como buenamente puede. Creo que a partir de ahora te comprenderé mucho más. En cualquier caso eres de los pocos que me ha dado una oportunidad y para mí eso es valiosísimo.

RUFUS dijo...

La historia real es macabra y desoladora, la prolongación de ficción es amena y delirante.

Hay que ver, en un cuento es divertido y en plan “crónica periodística” da grima. Tenemos un doble rasero donde la cruda realidad tiene menos margen que la imaginación tostada.

Salut

AKSARAY dijo...

Señor Ingle , tenga usted cuidado con las cenizas . Mi abuelo , gran escritor castellano-canario revolotea ,en forma de ceniza atemporal , en los Campitos de los montes de Anaga :-)Así le recomiendo que cuando lleve a una visita al bonito mirador , protejanse los ojos vaya a ser que les caiga un poco de mi abuelo en el lacrimal y ya se sabe lo dificil que es quitarse los abuelos de encima .
Ah , mi abuelo siempre será guay .Aunque isted tampoco desmerece en Top Guay¡

Saludos¡¡

Rita Peich dijo...

Otra idea: que conviertan las cenizas de los muertos en arena de esas de los WC de gatos ... buaggg, qué asquito! La verdad es que no sé a qué viene eso ni por qué se me ha pasado la idea por la cabeza ,,,, pero es que después de leer semejante majadería como la del trocito de hueso, lo de la arena de gato queda como hasta tierno, jeje

JOHNNY INGLE dijo...

MMM, excelente idea: no se me ocurre un destino más trascendental que ser elástico de braga de vecina, un destino, además, muy flexible.
Aksaray: ¿tengo yo cara de llevar visitas al mirador de los Campitos? Bueno, he llevado a dos o tres, pero eso es muy poco para los 24 que llevo en Tenerife...

Anónimo dijo...

Yo creo que soy inmortal, mientras no se demuestre lo contrario, y no he pensado qué me gustaría que hicieran con mis improbables restos. Decididamente, no quiero morirme. Y si llegase, quiero servir tan poco en ese momento como ahora :-).

Me ha encantado tu adaptación (que confirma que es mejor no morirse) de un suceso tan triste.

El Soltero de Oro dijo...

Ingle haznos un favor a todos y recíclate. La vida es corta y hay que aprovecharla trabajando y no perdiendo tiempo en memeces como esta.

cuando yo muera quiero ser la tira trasera de un tanga sudoroso de gimnasio

Mari dijo...

Humor negro!!!!!

Cómo no encontré yo antes tu blog!!!!

En cuanto a los restos mortales: si ya no sirven para nada, ¿qué más da? No nos hacemos tanto problema por la cáscara de una naranja, y el cuerpo sin vida es eso, la cáscara.

Besos