La Agencia EFE difundió hace unos días la noticia de que Pete Best, el primer batería de The Beatles, antecesor de Ringo Starr, ha afirmado que le echaron de la banda de Liverpool porque "era el preferido de las chicas", cuestión que provocaba envidias entre los otros miembros. Best ha señalado que durante la etapa en que la formación trabajó para un club en Hamburgo él era "un amante de la juerga y las mujeres", circunstancia que le habría llevado a ser sustituido en múltiples ocasiones por Ringo Starr, quien fue finalmente el batería con el que los amantes de la música conocieron a The Beatles.
Me cae bien este Pete. O sea, que el muchacho se andaba corriendo tremendas juergas (nunca mejor dicho), no llegaba a los conciertos y tenían que sustituirle con el segundón de Ringo, y se queja de que lo echaron por envidia. MMM: pero qué malita es la envidia. Sí señor. Y pobre Pete, que para salir adelante tuvo que trabajar de panadero.
Esta noticia me hizo recordar que yo viví un caso parecido. Recién terminados los estudios, comencé mi experiencia laboral seria como becario en una fábrica de cigarrillos. Estaba destinado en el Departamento de Personal, pero me tenían más bien como pinche. Ni siquiera me dieron una mesa. Se supone que si lo hacía bien me podrían haber ofrecido un contrato al final de la beca. Pero no. Me enteré después que uno de los Jefes de Departamento andaba diciendo por ahí que yo “no tenía dotes de mando”.
Este jefe era en realidad un jefucho. Su Departamento eran dos personas y la secretaria compartida del Director (compartida porque podían tirársela por turnos, supongo, tenía modales rudos, mala leche y carita zorruna). Años más tarde, la multinacional americana decidió reducir su producción en Canarias y comenzó a despedir gente. Uno de los primeros que cayó fue este jefe. Cuando le dieron la noticia se le hundió tanto su esperanza de ganarse el pan, que le sobrevino un infarto y murió. Por lo visto él sí tenía dotes de mando, pero lo que no tenía era dotes de parado.
Sin embargo aquí estoy yo, al fin mandando sobre muchísimos súbditos y sin peligro de que me despidan. Y respecto a las dotes de mando, hum, me estoy volviendo tan cabrón que hasta obligo a mis vasallos a que escriban con letra verdana y les prohíbo celebrar cumpleaños. Joder, ¡esto sí que son cojones de mandar! Hace poco visité la tumba de aquel jefucho y le robé las flores que su familia le había puesto por el aniversario: “¡¿No he dicho yo que están prohibidos los cumpleaños?! ¡Que la norma también vale para los muertos!” Y me largué de allí, destronchado de risa.
Bueno, el caso que quería contarles es que en el Departamento de Personal de esa fábrica de cigarrillos había un Graduado Social que se creía el Richard Gere de turno. Andaba siempre peinándose, sacudiéndose las motas y olía a colonia Old Spice. Era un lígalotodo. Feas y guapas, le daba igual. A veces bajaba a la enfermería y se tiraba a la ATS en la camilla. Yo, como es natural y dada mi juventud, me impresionaba bastante con estas mañas de macho bien bravo.
Lo que tenía de malo es que era un fresco, y apenas paraba por la oficina. Era como el Pete Best de Los Beatles, un amante de la juerga y de las mujeres. Día sí, día no, llamaba a primera hora y su repertorio de disculpas era del estilo: hoy amanecí destemplado, tengo calentura, me duelen los riñones, estoy que me arrastro, tengo calambres en las tarlípedes o cojones, etc.…
Al final lo pusieron de patitas en la calle. Le ofrecieron una pequeña indemnización y todo, pero él se ofendió y alegó lo que Pete: que si le tenían envidia, que si todas las niñas de la oficina le adoraban. Reclamó ante la Magistratura y perdió la instancia. Apeló al Tribunal Superior de Justicia, donde se atrevió a recusar a un Juez llamándolo también envidioso. Pero tampoco se le dio la razón, y ya tenía tal perreta encima que se gastó un pastón en un abogado caro de Madrid y el caso llegó al Supremo.
Yo ya no estaba en la fábrica. Pero me enteré de la sentencia del Tribunal Supremo años después. Fue una anécdota que dio lugar a muchos chascarrillos y al final acabó el pitorreo en todos los bares de la provincia y se difundió por los periódicos. Hoy en día la conoce medio Tenerife. El caso es que el Presidente de la Sala que juzgó el caso no se quedó contento con dictar una sentencia desestimatoria y que condenaba en costas al galán de marras. Con la notificación le envió una especie de carta personal, en la que más o menos le decía: Por supuesto que le envidiamos, señor X. Todos le envidiamos sus dotes de entrepierna y sus sobradas conquistas. Le envidiaba su jefe en la fábrica, le envidiaban sus compañeros. Le envidiaba el Magistrado de instancia, el del Tribunal Superior y toda la cohorte de abogados que usted ha contratado. Yo mismo, no lo sabe bien, he dejado de dormir muchas noches por ataques de envidia. Una suerte como tiene usted con las mujeres es insoportable para un hombre que se considere normal. Así que sépalo: .
¡Claro que le envidiamos, FOLLADOR DE MIERDA! Pero métasele en la cabeza que de la fábrica le despidieron porque también es usted un soberano gandul.
PS. Aprovecho para expresar mi solidaridad por todos aquellos que siguen atrapados en la versión Beta de Blogger. Afortunadamente nuestro amigo George ha logrado salir a flote, y con algunos problemas no resueltos, EDMUNDO MANTEL, que al parecer estaba también atrapado en una pecera virtual Beta, acaba de resucitar. La muerte afecta a cada cual como le parece, y a nuestro eximio Sr. Mantel le ha dejado una cara algo rara, no hay más que ver la foto. Aprovecho para protestar por lo que cuenta de la CUCARACHA, que no es más que un delirio, que no hubo tal, y también protesto porque EL SOLTERO DE ORO haya tenido el mal gusto de robar el Diario Íntimo de su Prima y ahora lo esté ventilando. No es apto para menores, lo advierto, como tampoco lo que cuenta de la donación de sangre y… Es de mal gusto. Sencillamente. Ya hay una mujer que se ha expresado en este sentido en los comentarios, y creo que tiene razón. El semen es otra cosa, Sr. Soltero.